1. No olvides tus problemas, pero tampoco lo mucho que luchas. ¿En serio es la mejor idea? ¡Por supuesto! Como siempre lo he dicho, la perspectiva lo es todo. Si tienes tus problemas presentes y de igual manera tienes presente los grandes esfuerzos que te mantienen en pie, esa tremenda voluntad que no sabemos de dónde salió o tal vez sí y la forma en cómo has sobrevivido a ellos, la sensación será poderosa. Pero solo funciona si hay un equilibrio, de lo contrario, bueno, tratar de olvidarlos no funciona así que: a trabajar el equilibrio.
2. Ten presente tu objetivo del día. Si no tienes uno, comienza a fabricarlo. No importa de donde saques las fuerzas (siempre y cuando no sean drogas, alcohol o algo que te haga daño o a los demás), porque todos necesitamos una meta cada día. Es más fácil llegar a nuestro objetivo principal, pasando por pequeñas metas, cada cuantos metros de avance. Es una manera de que aprendamos a reconocer nuestro trabajo y de recompensarnos debidamente, en vez de hacerlo solo cuando llegamos. La noticia es que casi nunca llegamos, porque no consideramos las razones por las cuales queremos llegar. A mitad del camino, simplemente olvidamos para qué estamos andando y retroceder es una opción. Pasos pequeños, pero seguros.
3. Ten al menos un buen amigo. Si, esos que son reales, que escasean. No es tan difícil identificarlos. Por lo general son ellos mismos. No busques que siempre esté para ti ni que resuelva tu vida. Solo busca que te diga la verdad sobre ti.
4. Come sano. La comida representa lo que quieres para tu vida, tu deseo de ser mejor o peor. Todos sabemos lo que es peor, evitemoslo.