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Todos los días son un simple reflejo de las circunstancias que
nuestras acciones originan. Es de esperar que en unos momentos turbios, las
cosas no se desarrollen debidamente, pero lo más interesante y probable es que
por lo general, casi todo es culpa nuestra.
Si, al parecer no somos capaces de darnos cuenta de esto, al menos
no a tiempo. La garantía de comparecer ante nuestra conciencia cuando es
necesario, radica en un compuesto: podemos estar seguros de que las cosas van
bien y de que debemos hacer algo al respecto, cuando no van tan bien. Así es
posible entender por qué nos dejamos arropar por la complejidad que subyace en
nuestra naturaleza. ¿Por qué es tan difícil seguirle el ritmo a las emociones,
a las respuestas únicas de cada persona o simplemente a la gran cantidad de oportunidades
que ofrece un razonamiento? No estoy segura de saberlo, pero de igual manera,
las mismas ideas llegan a mi cabeza: somos adictos a la posibilidad de
complicar la más mínima cosa o situación. Esto ocurre porque nos enseñaron a
pensar que el éxito depende superficialmente de esto y que es una forma de auto
retarnos para conseguir más o quizás llegar más lejos.
Entonces, como adicta a la complicación en proceso de
recuperación, vivo un día a la vez, no más. Con uno me basta para entender
el problema que encierra la normalidad. No porque me desagrade, sino porque
tengo un propósito tan firme como mi falta de entendimiento sobre la
complejidad humana: equilibrio. Que también es sinónimo de normalidad pero para
otros, es un bienestar casi utópico. El equilibrio
comprende un arsenal de felicidad a la espera de ser encontrado.
Todos conocemos el alcance de esta clase de estado hipotético: si pasara esto,
tuviera esto; cuando existe equilibrio se produce una relación obligatoria de
auto respuesta y estos cuestionamientos se vuelven innecesarios, porque la
lógica hace su trabajo. Este es el problema de ser normales: no hay
nada mejor que la estabilidad obligada por un estado que no existe, salvo
en las mentes de aquellos que perseguimos el equilibrio, utilizando mecanismos
de defensa por si algo sale mal. La mente es fantástica, pero también lo es
resolver un problema causado por la normalidad de la misma.
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